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sábado, 16 de marzo de 2013

Sobre lobos y corderos




   Nunca voy a entender esa puta ambición humana por querer ser mejor que los demás. Lindo sería si el espíritu de competitividad fuera parte de un objetivo mayor que podría ser, por ejemplo, salvar al mundo. Pero visto y considerando que lo único que nos motiva es pisarle la cabeza al que tenemos arriba, podemos concluir que somo una raza de mierda. 
   Me agarran en un día medio bajón, lo que en este caso potencia el cinismo y aumenta mis ganas de criticar lo que no funciona. La cuestión es la siguiente, no creo que haya necesidad de andar por la vida enrostrandole a los demás la pulsión interna por llegar a la cima de la montaña. Es un lugar tan alto y tan alejado que nadie, salvo el Papa, conoce. La vida no es un campo de batalla, ni un ring en el que nos medimos constantemente con nuestros propios miedos. Es algo mucho menos cínico de lo que la hacemos parecer. O eso creo, por lo menos. ¡Qué ironía!
   Esa gente que te da vuelta las cosas, y que empuja cada tema a una eterna discusión. Esa gente que te mira desde arriba y te pisa las manos para que ni siquiera puedas amagar a defenderte. Esa gente macabra, de risa fácil. No digo que sean malas personas, pero a uno tampoco le gusta sentirse siempre en inferioridad de condiciones, después de todo ganar nos gusta a todos, sólo que no siempre se gana matando al rival, a veces solo alcanza con ser el mejor sin provocar el sufrimiento del otro. 
    En el fondo todos somos lobos y corderos, mitades incompletas de una guerra confusa que nunca acabó. No creo que en santos ni en demonios, por lo tanto luchar por demostrar algo, competir por ser más que un sucio corderito no sólo es hipócrita, también es insostenible. Porque quizás estemos tan sucios como ese cordero al que estamos desilachando. Si lo miramos un poco mejor, hasta se nos parece bastante. 

martes, 12 de marzo de 2013

Esperando el colectivo



   El silencio es una manera elegante de mandarte a cagar. me gusta lo sutil, y a veces es mejor eso antes que armar quilombo. Si fueras un desconocido no habría problemas, seguiría caminando y listo, pero no sería justo porque aquel par de palabras alcanzaron para crear un vínculo... y me enseñaron que de eso y del ridículo no se vuelve. Esperamos hace quince minutos, y creo que me caes bien, aunque tengo miedo de ilusionarme para después tirar todo por la borda.
   Por suerte el 521 es de los que más tardan, porque no quedaría mirándote cada mañana antes de ir al trabajo, pero esa voz chillona y estúpida intención de no callarte ni un minuto hacen que no den ganas de matarte con la indiferencia.

    Me molestan las charlas fuera de contexto, esos momentos incómodos en los que cualquier NN se te acerca a comentar durante decenas de minutos la odisea de esperar el colectivo.

viernes, 8 de marzo de 2013

Algunas libertades valen menos que la esclavitud



    Tenemos la puta costumbre de creer que diferenciarse es igualar derechos. Si bien ayer fue el día de la mujer, el hecho trasciende la cuestión genérica y se inocula como un virus en todos los guetos sociales que nosotros mismos creamos para sentirnos más especiales. ¡Qué raza estúpida! Luchamos por libertad y después nos esclavizamos en la jaula de la mediocridad. 
    Las damas primero. Ellas tienen esa manía poco original de subirse al colectivo y pedir el asiento, como si algo en sus genes las convirtiera en personas débiles e inferiores. Uno las mira y piensa no quiero que se caiga, debe tener los huesos de cristal, no vaya a ser cosa de que la empujen y se rompan. Y logran su cometido, ocupando un lugar de privilegio. Ahora, si quieren ser iguales ¿No corresponde que dejemos de tratarlas como a niños con problemas de deficiencia mental? En la misma linea va el concepto de caballerosidad  ¿Qué es lo que se está diciendo cuando se le pide a un hombre que abra la puerta del auto para que entre su princesa? Se le está exigiendo que ocupe el lugar de superioridad que le corresponde, que proteja a la pobre infeliz que ni siquiera es capaz de entrar a un coche por sus propios medios. ¡Queremos igualdad pero danos privilegios! Ja Ja, que graciosas
    En segundo lugar corresponde hacer una auto critica a los putos, una raza de maricas sin alas que nos creemos dueñas del buen gusto. Aquí ocurre algo similar al ejemplo anterior, vivimos sufriendo discriminaciones, casi aceptando que nos basureen en la cara sólo porque amamos diferente... ¿Para qué? Para que  una vez por año se nos ocurra hacer una marcha mostrando lo orgullosos que estamos de ser diferentes, con plumas en el orto y sexo por doquier; una forma divina de generar respeto y adhesión popular, cojamos adelante de todos para que nos amen. 
    El ser humano no sabe que tener derechos no implica romper todo el tiempo con la masa, y en caso de querer hacerlo, o de creer que es lo correcto, tampoco corresponde pedir igualdad. Deberíamos aprender de una vez y dejar de distinguirnos para sentirnos mejores personas. 
    Los hombres y las mujeres libres no necesitan gritarlo, sólo lo saben y lo viven porque es su única verdad.